La Agricultura, considerada como cultivo de plantas y domesticación de animales no es una actividad excesivamente antigua entre las desarrolladas por el hombre, sino que en la hipótesis más optimista puede decirse que surgió hace unos 10.000-11.000 años en el Próximo Oriente del Antiguo Mundo.
A pesar de ello en la actualidad se considera que la adopción del modelo agrícola tuvo, por diversas razones y no todas ellas claras, un indudable éxito frente al estrato anterior de una cultura paleolítica cazadora-recolectora y su asunción por parte del hombre es el origen de la estructuración social y cultural que hoy poseemos, dando paso al período conocido como Neolítico.
La práctica agrícola permitió la producción más regular de alimentos –aunque no siempre más eficaz desde algunos puntos de vista–, y el asentamiento de los grupos humanos en poblados, ciudades y estados, consolidando lo que hoy conocemos como civilizaciones.
Las razones que impulsaron que el hombre se hiciese agricultor todavía son discutidas y múltiples y se las suele relacionar con aspectos diversos, como cambios climáticos que inducirían la disminución o la concentración de los recursos (de caza o recolección), presión demográfica, convergencia cultural, adaptaciones coevolutivas entre el hombre y la naturaleza, etc. De cualquier manera, debe decirse que a la luz de los yacimientos agrícolas más antiguos, existen hallazgos que responden a las diversas interpretaciones, por lo que suele admitirse que posiblemente no hubo un único condicionante sino varios de ellos y probablemente de manera interactiva.
Tampoco suele considerarse que la actividad agraria surgiera como una invención puntual, sino más bien como el resultado de un proceso de milenios de observación y aprendizaje, que catalizado por algunas de las circunstancias anteriormente mencionadas, desembocase en el cultivo de plantas y la crianza de animales.
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